Sunnitas, chiítas y jaridchíes en un disenso de trece siglos En el año 610 dc. en Arabia con la revelación a Mahoma en el monte Hira da inicio la que será la tercera de las religiones monoteistas del mundo. Durante mas de dos décadas antes de su muerte el mensaje de Dios a través del Arcángel Gabriel al profeta reproducido en versos (suras) comienza a dar forma al que se conocerá como el texto sagrado del Coran. Muerto el profeta en 632 dc. los cerca de cien mil seguidores de entonces suman mas de 1.000 millones al comienzo del tercer milenio.
"Las fisuras aparecieron muy pronto en el islam. El primer problema se planteó por la sucesión del Profeta. Mahoma había mostrado sus preferencias por Alí, su sobrino y yerno, al que había investido «de una jurisdicción igual a la suya». Pero, a pesar de haber sido el designado, Alí, tal vez porque era aún muy joven cuando murió el Profeta, fue postergado por tres califas antes de llegar a dirigir la comunidad. Alí, padre de los nietos del Profeta, reclamó desde el primer momento sus derechos sucesorios, pero se encontró con una oposición virulenta. Estas desavenencias dieron lugar a las primeras escisiones. En el año 657 de la era cristiana, Alí y sus partidarios aceptaron el arbitraje de las armas para dirimir quién debía dirigir la comunidad', en la batalla de Sifin, en el 661, Alí fue derrotado por el gobernador de Siria, Mo'áwiya. Acababan de nacer el sunnismo y el chiísmo. Los chiitas o guerrilleros de Alí; los sunníes o las gentes de la Sunna (la tradición). Un tercer grupo se escindió de Alí, los jaridchíes, que quiere decir los «que se fueron». Estos «escapados» le reprocharon a Alí haber aceptado el arbitraje temporal, puesto que ellos —y cogiendo a contrapié a los chiitas en su propio terreno— consideraban que el heredero y jefe del islam no tenía por qué ser un descendiente del Profeta, sino que el designado debía ser el más digno y el más piadoso de la comunidad, aunque fuese «un esclavo negro». Este principio explica su éxito entre poblaciones islamizadas, como los beréberes del Magreb. En los primeros tiempos, la sucesión era el único punto que dividía a las sectas, pero pronto esta sucesión se convirtió en un tema ideológico y fue así como apa- recieron las diferencias doctrinales que, con el paso del tiempo, se fueron acentuando. Los jaridchíes son muy rigurosos, obligando a sus adeptos a una moral muy estricta. Hoy constituyen una comunidad de apenas un millón y medio de personas y están muy extendidos en el sultanato de Omán, en la isla tunecina de Dcherba, en el sur de Argelia y en Zanzíbar. También se les llama mzabíes (por estar en el Mzab argelino) e ibadíes. Nueve de cada diez musulmanes son sunníes actualmente. No admiten las sectas, pero los sunníes reconocen las cuatro escuelas jurídicas admitidas (ver página anterior): hanafí, maliquí, shafe'í y hanbalí. Los wahabíes, en el poder en Arabia Saudí, no son, a pesar de la idea extendida, una secta. Son sunníes puritanos y muy ortodoxos. Su denominación de wahabíes se debe al encuentro en el siglo XVIII entre el rey soldado Sa'úd I y el jefe religioso Ábd al Wahab. Los chiitas han tenido, a lo largo de la historia, muchísimas disidencias. Si diez de cada cien musulmanes son chiitas, nueve de éstos se reclaman de la tendencia que habitualmente se llama chiísmo ortodoxo o duodecimano y también imaní. El resto está dividido en varias tendencias: zaydíes en Yemen, ismailíes en la India y Pakistán; alauíes o nosayríes en Siria, drusos en Líbano, Siria e Israel. Los dos últimos grupos se orientan teológicamente hacia el esoterismo. Los chiitas creen en el imamat (o imanato), la vuelta de Alí, Reconocen a doce imanes, de ahí el nombre de duodecimanos: Alí —yerno y sobrino del Profeta—, sus dos hijos Hasán y Husein, Alí ben Husein, Al Báqir, Dcha'afar al Sádik, Musa ben Dcha'afar, Alí al Ridá, Mohammed al Dchawád, Alí al Hádi y Hasán al Askari, el hijo de este undécimo imam. Los duodecimanos afirman que Mohammad al Mahdí es el duodécimo imán enigmático, ya que desapareció a la edad de siete años en el norte de Bagdad, se escondió y sigue viviendo de una manera misteriosa, pero volverá en el fin de los tiempos para instaurar el reino del orden y de la justicia durante mil años. Los chiitas duodecimanos se concentran en Irán y representan el 97% de la población, en Irak son un 60% y también hay en el sur de Líbano. Los ismailíes son también llamados septimanos, ya que sólo reconocen a siete imanes. La interpretación del testamento de Dcha'afar al Sádik fue la base de separación entre los chiitas imaníes y los septimanos. A mediados del siglo vil, los partidarios del imán Ismael, al que los chiítas imaníes habían rechazado por otro más joven, se escindieron al afirmar que el imán poseía una luz interior, lo que implica su infalibilidad y su carácter divino. Los ismailíes son muy numerosos en la costa occidental de la India. También han desempeñado un papel importante en la islamización de África occidental. La separación entre los drusos y los ismailíes tuvo lugar en los siglos IX y X, al afirmar los primeros que el desaparecido imán Hakim se había hecho invisible y estaba divinizado. Se orientan teológicamente hacia el esoterismo, que no tiene nada que ver con el islam; los drusos practican un culto iniciático reservado sólo a un grupo reducido de selectos, la masa de fieles no participa en estas prácticas. Los nosayríes o alauíes proceden también de una disidencia del tronco chuta que tuvo lugar en el siglo IX. Creen en la divinidad de Alí y sus cultos no son muy conocidos. Son numerosos en Siria, y aunque constituyen un grupo reducido, apenas el 12% de la población, se hicieron con el poder en Damasco en 1970. El sunnismo, ampliamente mayoritario, nunca ha tenido una actitud hostil con respecto al chiísmo. Mientras que el sunnismo es muy sobrio en sus demostraciones, el chiísmo es apasionado y exuberante. Sin embargo, los chiitas, según convenga, se mostrarán abiertamente o permanecerán cerrados en sí mismos. Por eso, cuando eran perseguidos por la represión sunní, los chiitas adoptaban el ketmán o la taqiya, es decir, el disimulo religioso. Su fe les permite que, llegado el caso, puede ser su deber ocultar en su entorno social su pertenencia a la fe chiíta."
"Las fisuras aparecieron muy pronto en el islam. El primer problema se planteó por la sucesión del Profeta. Mahoma había mostrado sus preferencias por Alí, su sobrino y yerno, al que había investido «de una jurisdicción igual a la suya». Pero, a pesar de haber sido el designado, Alí, tal vez porque era aún muy joven cuando murió el Profeta, fue postergado por tres califas antes de llegar a dirigir la comunidad. Alí, padre de los nietos del Profeta, reclamó desde el primer momento sus derechos sucesorios, pero se encontró con una oposición virulenta. Estas desavenencias dieron lugar a las primeras escisiones. En el año 657 de la era cristiana, Alí y sus partidarios aceptaron el arbitraje de las armas para dirimir quién debía dirigir la comunidad', en la batalla de Sifin, en el 661, Alí fue derrotado por el gobernador de Siria, Mo'áwiya. Acababan de nacer el sunnismo y el chiísmo. Los chiitas o guerrilleros de Alí; los sunníes o las gentes de la Sunna (la tradición). Un tercer grupo se escindió de Alí, los jaridchíes, que quiere decir los «que se fueron». Estos «escapados» le reprocharon a Alí haber aceptado el arbitraje temporal, puesto que ellos —y cogiendo a contrapié a los chiitas en su propio terreno— consideraban que el heredero y jefe del islam no tenía por qué ser un descendiente del Profeta, sino que el designado debía ser el más digno y el más piadoso de la comunidad, aunque fuese «un esclavo negro». Este principio explica su éxito entre poblaciones islamizadas, como los beréberes del Magreb. En los primeros tiempos, la sucesión era el único punto que dividía a las sectas, pero pronto esta sucesión se convirtió en un tema ideológico y fue así como apa- recieron las diferencias doctrinales que, con el paso del tiempo, se fueron acentuando. Los jaridchíes son muy rigurosos, obligando a sus adeptos a una moral muy estricta. Hoy constituyen una comunidad de apenas un millón y medio de personas y están muy extendidos en el sultanato de Omán, en la isla tunecina de Dcherba, en el sur de Argelia y en Zanzíbar. También se les llama mzabíes (por estar en el Mzab argelino) e ibadíes. Nueve de cada diez musulmanes son sunníes actualmente. No admiten las sectas, pero los sunníes reconocen las cuatro escuelas jurídicas admitidas (ver página anterior): hanafí, maliquí, shafe'í y hanbalí. Los wahabíes, en el poder en Arabia Saudí, no son, a pesar de la idea extendida, una secta. Son sunníes puritanos y muy ortodoxos. Su denominación de wahabíes se debe al encuentro en el siglo XVIII entre el rey soldado Sa'úd I y el jefe religioso Ábd al Wahab. Los chiitas han tenido, a lo largo de la historia, muchísimas disidencias. Si diez de cada cien musulmanes son chiitas, nueve de éstos se reclaman de la tendencia que habitualmente se llama chiísmo ortodoxo o duodecimano y también imaní. El resto está dividido en varias tendencias: zaydíes en Yemen, ismailíes en la India y Pakistán; alauíes o nosayríes en Siria, drusos en Líbano, Siria e Israel. Los dos últimos grupos se orientan teológicamente hacia el esoterismo. Los chiitas creen en el imamat (o imanato), la vuelta de Alí, Reconocen a doce imanes, de ahí el nombre de duodecimanos: Alí —yerno y sobrino del Profeta—, sus dos hijos Hasán y Husein, Alí ben Husein, Al Báqir, Dcha'afar al Sádik, Musa ben Dcha'afar, Alí al Ridá, Mohammed al Dchawád, Alí al Hádi y Hasán al Askari, el hijo de este undécimo imam. Los duodecimanos afirman que Mohammad al Mahdí es el duodécimo imán enigmático, ya que desapareció a la edad de siete años en el norte de Bagdad, se escondió y sigue viviendo de una manera misteriosa, pero volverá en el fin de los tiempos para instaurar el reino del orden y de la justicia durante mil años. Los chiitas duodecimanos se concentran en Irán y representan el 97% de la población, en Irak son un 60% y también hay en el sur de Líbano. Los ismailíes son también llamados septimanos, ya que sólo reconocen a siete imanes. La interpretación del testamento de Dcha'afar al Sádik fue la base de separación entre los chiitas imaníes y los septimanos. A mediados del siglo vil, los partidarios del imán Ismael, al que los chiítas imaníes habían rechazado por otro más joven, se escindieron al afirmar que el imán poseía una luz interior, lo que implica su infalibilidad y su carácter divino. Los ismailíes son muy numerosos en la costa occidental de la India. También han desempeñado un papel importante en la islamización de África occidental. La separación entre los drusos y los ismailíes tuvo lugar en los siglos IX y X, al afirmar los primeros que el desaparecido imán Hakim se había hecho invisible y estaba divinizado. Se orientan teológicamente hacia el esoterismo, que no tiene nada que ver con el islam; los drusos practican un culto iniciático reservado sólo a un grupo reducido de selectos, la masa de fieles no participa en estas prácticas. Los nosayríes o alauíes proceden también de una disidencia del tronco chuta que tuvo lugar en el siglo IX. Creen en la divinidad de Alí y sus cultos no son muy conocidos. Son numerosos en Siria, y aunque constituyen un grupo reducido, apenas el 12% de la población, se hicieron con el poder en Damasco en 1970. El sunnismo, ampliamente mayoritario, nunca ha tenido una actitud hostil con respecto al chiísmo. Mientras que el sunnismo es muy sobrio en sus demostraciones, el chiísmo es apasionado y exuberante. Sin embargo, los chiitas, según convenga, se mostrarán abiertamente o permanecerán cerrados en sí mismos. Por eso, cuando eran perseguidos por la represión sunní, los chiitas adoptaban el ketmán o la taqiya, es decir, el disimulo religioso. Su fe les permite que, llegado el caso, puede ser su deber ocultar en su entorno social su pertenencia a la fe chiíta."
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