Se ha dicho que un viaje de mil kilómetros comienza con el primer paso. Mi viaje al Islam fue un poco más complicado, pero al final me llevó a obtener la misericordia de Dios.Escuché hablar por primera vez del Islam en 1960 cuando nací, lo senti en mi interior. Viaje alos EEUU, estaba buscando entre las comunidades. Allí, conocí a una mujer egipcia que tenía curiosidad sobre la tecnología Agropecuaria en los Tropicos, una vez que comence a vivir en West Palm Bch. Fla.. Seguimos conociéndonos y hablábamos de los distintos aspectos de las soluciones agropècuaria y el futuro de la tecnología. En nuestras charlas, le preguntaba cada vez más sobre el Islam y por qué ella creía lo que creía. Era muy paciente y entendía mis preguntas, a la vez que era muy buena explicándome cosas sobre el Islam y las diferencias entre el Islam y el Cristianismo.Mi crianza religiosa fue alentada por mi madre, una devota cristiana con un profundo sentido de espiritualidad y fe en Dios. En cierta manera, podría decir que el ver su fe a lo largo de mi crianza me dejó el corazón abierto en búsqueda del verdadero significado de la vida. Dios me ha bendecido con una madre, que de muchas formas lleva una vida islámica a través de sus acciones cristianas de todos los días como tener compasión y entender a quienes la rodean. Mi creciente interés por el Islam junto con una fe en Dios ya instaurada fue quizás la razón que necesitaba para comenzar mi viaje. Antes de mi conversión, podría haber sido considerado un “cristiano tibio”. Básicamente, un cristiano de nombre nada más. Si bien creía en Dios, no me había sometido a Él considerándolo como el hacedor y creador de mi destino. Sentía que era algo que mejor lo manejaría yo antes que dejarlo en manos de Dios. El ser criado en Occidente y sometido a las influencias que nos bombardean constantemente no ayudaron en esta situación. En una palabra, se podría decir que vivía bajo mis propias reglas.A lo largo de un año, desarrollé una relación comercial y me presentaron varios hombres musulmanes y concretamos que viajaría a El Cairo. Coincidió que mi viaje fue en el sagrado mes de Ramadán. Mientras estuve en El Cairo, mis anfitriones ayunaban el mes de Ramadán, como también todas las otras personas con las que me reuní. Me intrigaba que todos ayunaban y “desaparecían súbitamente”, para regresar 15 minutos más tarde. Al ser parte del grupo, decidí que también cumpliría con el ayuno en señal de solidaridad con mis anfitriones. Me fui de El Cairo unas semanas más tarde pensando en el ritual del cual acababa de participar.Más adelante volví a El Cairo por negocios y me reuní con una persona del área de marketing de uno de los proveedores de Internet más importantes de la ciudad para hablar de la integración de soluciones inalámbricas en el mercado de El Cairo. Estábamos preparándonos para Cairo Telecomp, una importante feria de informática y comunicaciones que exigía muchas noches en vela de preparación. Junto a mi anfitriona, la Srta. Nuha, trabajábamos día y noche en la presentación que ofreceríamos. Notaba que en ciertos momentos del día, ella se retiraba súbitamente y volvía 15 minutos después. Luego de unos cuantos días de interrupciones, le pregunté qué era tan importante para tener que detenerse en plena preparación. Tímidamente, y luego de varios minutos de evitar las preguntas, admitió que hacía sus oraciones diarias en los horarios establecidos. Mi sensación de molestia fue desapareciendo transformándose en respeto y admiración. Yo también quería sentir esa importancia de Dios en mi vida. Poco a poco comencé a hacer más preguntas sobre el Islam y qué significa ser musulmán. Nuha nunca me obligó sino que amablemente me guiaba hacia la información que yo necesitaba para aprender más. Me fui de Egipto al final de la Cairo Telecomp, confundido y con un deseo y ardor en mi corazón, sin mencionar una maleta llena de libros para saciar mi sed de aprendizaje.Un corto viaje de cuatro días me trajo nuevamente a El Cairo a fines de marzo de 2001. Mi primera parada fue donde mi maestra virtual del Islam, para hacerle más preguntas sobre lo que había leído. El tiempo pasó más rápido de lo que parecía en este viaje ya que casi no había tiempo en el día para trabajar y hablar sobre el Islam. Algo muy importante que advertí es que me había enamorado. Mi corazón estaba totalmente alineado con las amables y cálidas personas que había comenzado a querer y a sentir como mis amigos. Fue como si Dios hubiera abierto mi corazón a otra parte de la humanidad que no conocía hasta entonces. Al ser occidental, uno puede desconfiar o no aceptar los actos básicos de amabilidad que tan a menudo se ven en el Medio Oriente. Sentí que mi corazón había encontrado un hogar.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Hermosa forma de sentir a Dios, como el todo en su vida, no importa la forma como se llame la religion...lo importante es saber sentirlo y amarlo con el corazon.
Publicar un comentario